Hace 20 años San Andrés Corú era un pueblo donde no había ni una casa decente de las 327 que señalaba el censo. Todas eran pobres, hechas de madera, a veces hasta de palos redondos que la gente se encontraba y con eso construían. La más lujosa podía tener lámina de cartón o tablas nuevas. Aquí no había casas de cemento o ladrillo, ni siquiera de lámina galvanizada o algo que luciera. De los caminos ni hablar, el mejor estaba empedrado a medias. Eso fue antes de que todos quisieran comer aguacates.
“Yo recuerdo que de niño debía caminar hasta un kilómetro para ir por unas Sabritas. En las casas no teníamos agua potable, teníamos que acarrear agua en cubetas de un manantial que está ahí en la bajada del pueblo”, recuerda Adolfo Reyes Solorio, un aguacatero de tercera generación de apenas 29 años. El cultivo lo inició su abuelo y en la época difícil lo mantuvo su padre, ahora a Adolfo le toca la bonanza.
Con el auge del aguacate San Andrés Corú se ha convertido en uno de los mejores ejemplos de la derrama económica que deja el nuevo oro verde. Con una población de 2,223 habitantes tiene 500 productores. Gracias a eso, hoy día tiene una plaza nueva, la mayoría de las calles están pavimentadas, y si bien no hay una tienda en cada esquina, sí en cada dos. Ya tiene farmacia, ferreterías y abundan los talleres mecánicos, no solo para dar servicio a los camiones de carga que transportan la fruta sino porque toda familia tiene vehículo propio.
De las 587 casas actuales de San Andrés Corú no queda ninguna de madera, la electricidad, el agua potable y el drenaje llega a casi toda la población. “Cuando yo llegué hasta lloraba porque no había luz”, cuenta María Carmen Tovar Chagoya, quien hace 40 años llegó a este pueblo del que sólo era posible salir en tren o caminando, se había casado con Everardo Hernández Nolasco “Don Vera” oriundo de San Andrés, en aquel entonces se eran muy pobres y vivía de la siembra de maíz y frijol.
María Tovar recuerda orgullosa que cuando mejoraron las cosas con el aguacate, su marido pegaba los ladrillos de la casa mientras ella preparaba la mezcla de cemento como hacen todas las mujeres de San Andrés, y como todas las demás, también se encargó de echar el piso.

Si Michoacán fuese un país sería el primer productor mundial de aguacate al aportar el 26.5% del total de los aguacates que se consumen en el planeta, mientras que el resto de México aporta el 4.4% de la producción mundial, eso lo colocaría en el tercer lugar después de República Dominicana. Esa bonanza ha hecho que Michoacán lidere el ingreso por producción agropecuaria en el país, con el 12.5% del total, muy por arriba del segundo lugar que ocupa Sinaloa con el 9.1%.
En las grandes ciudades la influencia es apenas perceptible para el fuereño, pero en las pequeñas como San Andrés Corú, la tercer comunidad más poblada de las 32 que integran el municipio de Ziracuaretiro, el progreso es evidente. “Hoy hasta la abuelita quiere sembrar tres aguacates en el patio de su casa”, dice entre broma y anécdota Daniel García Gutiérrez, quien es taxista y da fe de la bonanza aguacatera.
Bonanza discreta
Según cifras de la Asociación de Productores y Empacadores de Aguacate de Michoacán (APEAM), cada semana salen 1260 trailers cargados de aguacate, eso es una media de 180 diarios, uno cada 8 minutos. Además se calcula que en temporada de corte diariamente salen de Uruapan hacia los huertos y los de los municipios aledaños 570 camiones de carga de los llamados rabones cada uno con una cuadrilla de 12 elementos, en total 6840 personas. A eso hay que sumarle la gente que trabaja en los empaques y en las demás empresas vinculadas con el ramo. Un ejercito de consumidores que requieren desde unas galletas hasta rentar un apartamento.
Dora Elia Sereno, comenzó a vender comida en un local al pie de la carretera hace cuatro años, abre diario a las 7 am, media hora antes que la hora de reunión de los jornaleros que van a los huertos y cierra a las 4 pm, una hora después de que termina el día laboral para los trabajadores agrícolas e ingenieros. “El aguacate nos da trabajo” dice sonriente esta mujer que durante 20 años tuvo que ir de San Andrés Corú hasta Uruapan para trabajar y ahora tiene dos empleadas a su cargo.
La mayor paradoja para Uruapan es que cuando se camina por las calles llama la atención que en las tiendas y negocios de servicios abundan los letreros solicitando empleados generales, los empresarios de la construcción no encuentran albañiles y en los restaurantes nadie quiere trabajar como mesero. De acuerdo con los representantes locales de la Camara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) y la Cámara Nacional de Comercio (Cananco) sus afiliados se quejan que las bolsas de trabajo de ambas asociaciones no sirven porque por más que anuncian nadie reclama los empleos.
La fuerza laboral no calificada se ha volcado en los dos o tres últimos años a las labores vinculadas con el aguacate, por ejemplo un trabajador general en una huerta gana en promedio 300 pesos diarios, mientras que una empacadora puede recibir 800 pesos diarios con prestaciones incluidas. Nada que ver con los 80 pesos diarios del salario mínimo. Con ello los demás negocios, como por ejemplo el gasolinero, se han visto obligados subir los salarios.
Pero no son los únicos, por ejemplo un ingeniero agrónomo, en calidad de asesor, cobra por hectárea 2 mil pesos anuales y de acuerdo con la Sagarpa solo en Uruapan hay 14,300 hectáreas de huerto de aguacate, lo que representa un mercado potencial de 28.6 millones de pesos, mientras que en todo el estado se cultivan 126,471 hectáreas.
“Antes la gente que venía al empaque casi ninguna tenía su casa propia, casi ninguna tenía auto para moverse, no te digo que la mayoría, pero muchos ya tienen”, asegura Antonio Villaseñor, director del empaque Aztecavo.
Hoy día la Asociación de Productores y Empacadores exportadores de Aguacate de México (APEAM) aglutina a 47 empaques y 19 mil productores que en su conjunto son dueños de 30 mil huertos que ocupan algo así como 112 mil hectáreas y generan 300 mil empleos directos y 70 mil indirectos en todo el estado, según Rodrigo Olivera, secretario técnico de la asociación.
Esto ha producido a decir de José Noguez Saldaña delegado de la Secretaría del Trabajo (STPS) federal que haya aumentado el empleo. De enero a mayo de 2017 el IMSS reportó 14,098 nuevos trabajadores afiliados en todo el estado y según declaraciones de Noguez Saldaña la mayor demanda de empleo proviene de Uruapan, al grado que no solo se ha detectado una disminución de migrantes hacia Estados Unidos, sino que han aumentado las cifras de retorno. Cabe aclarar que durante desde el 2003 Michoacán es el principal receptor de remesas del extranjero, tan solo el año pasado fueron superiores a 49 mil millones de pesos al tipo de cambio actual.
Otro negocio que refleja la bonanza es el restaurantero, los más emblemáticos de Uruapan siempre están llenos a la hora de la comida y al igual que en Ágora, la única plaza comercial de la ciudad, en sus estacionamientos no se ven carcachas pero tampoco autos de lujo. Acá se nota que hay dinero pero la gente es discreta, pues el crimen organizado sigue siendo un flagelo para la zona, explica Agustín del Rio, dueño de El Rincón de Aguililla, uno de los principales restaurantes de la ciudad.
No todo aguacate es oro verde
“Generalmente los pequeños productores no tienen la infraestructura ni el conocimiento para empacar, seleccionar y exportar sus productos. Por esta razón entregan sus cosechas a empaques quienes, por ejemplo, le pagan el kilo a 10 pesos al productor y este lo vende en Europa entre 13 y 14 euros”, explica Darinel Herrera quien fuera co fundador de UPM, una asociación de agricultores michoacanos que exporta a Europa.
Las diferencias son palpables. Por ejemplo Rito Mendoza “Don Rito” es uno de los productores más importantes de aguacate en Uruapan. Gracias al arduo trabajo de años, la tecnificación del campo, su conocimiento del mercado internacional y elementos como el clima y la altura puede obtener de un árbol hasta una tonelada anual y vender el fruto entre 40 y 60 pesos por kilo. En contraparte don Vera y su esposa Carmen Tovar solo obtuvieron tres toneladas el año pasado de los 140 árboles (hectárea y media) que poseen. Por si fuera poco como no tiene suficiente dinero para certificarse para la exportación tiene que vender a los distribuidores locales.

“A veces empieza a siete pesos, luego sube a 10 o 15 y cuando mejora es en marzo o abril, pero a uno le urge vender, yo vendo en noviembre. Este año me lo pagaron a 20 pesos kilo” dice don Vera. Si hacemos cuentas, su ingreso fue de apenas 60 mil pesos por un año de trabajo, 5 mil por mes. Muy por debajo del promedio por hectárea del municipio de Ziracuaretiro (donde está San Andrés Corú) que es de 151 mil pesos. Aún así, saben que eso es mucho más que si malviviera del maíz o el frijol, con jornadas extenuantes que duplican en horas las que requiere el aguacate y a veces el cultivo termina como alimento para los animales por no ser rentable venderlo.
Según las estadísticas de la APEAM hay más productores como Don Vera y Carmen Tovar que como Don Rito ya que el 41% de sus afiliados tienen menos de cinco hectáreas y solo el 17% tienen 20 hectáreas o más, la diferencia es que al estar certificados para exportación el precio que reciben es más justo.
Las quejas generalizadas de todos los productores es que existen empresarios sin escrúpulos y miembros del crimen organizado que están talando bosques enteros para sembrar aguacate. Esto a la larga perjudica a todos no solo por que erosionan el terreno, sino que al eliminar especies de árboles las plagas que se alimentaban de ellos pasaran a alimentarse de la planta del aguacate que al ser un monocultivo corre el riesgo de ser exterminado de golpe por un sola plaga lo que acabaría con el sueño aguacatero, que de momento le ha cambiado la vida a muchos.
Michoacán casi un cluster
En algún momento, incluso pareciera que todo gira en torno al aguacate en Urupan y que sin ello nada más se mueve. A decir de Javier Gerardo Corza Romero, presidente de Cámara Nacional de Comercio (Cananco) en Uruapan los trabajadores agrícolas detonan la actividad económica, principalmente vía el consumo, de hecho el 22.16% del PIB estatal está vinculado al comercio, mientras que el 13.8% corresponde a servicios inmobiliarios. Por consiguiente cuando reduce la actividad aguacatera también se resienten esos sectores.
Aztecavo es una de las empacadoras nacionales más importantes de Michoacán, diario empaca y distribuye 300 toneladas de aguacate a lo largo de tres turnos. Con apenas 500 personas en la planta producen cerca de 100 productos a partir de siete calibres diferentes de aguacate, todo de exportación salvo una pequeña parte que va al mercado nacional por que se ve algo maltratado y un 5% de pérdida. Al final de la temporada, junio a julio del siguiente año, empacan entre 75,000 y 100,000 toneladas del millón de toneladas que exporta el estado. Todo un modelo de eficiencia.
La empresa, según su director Antonio Villaseñor, cuenta con 40 proveedores que producen cajas, etiquetas, el fleje, los esquineros, la tarima, las charolas de cartón donde se acomoda la fruta, e incluso la maquinaria de Corporación Industrial Uruapan (CIU), la mayor fabricante del mundo de máquinas computarizadas clasificadoras de aguacate, cuya tecnología, dueños y equipo son michoacanos. En su conjunto todos ellos reciben entre el 10 y el 12% de la inversión total de la planta que además incluye servicios como el transporte y la aduana.
“Prácticamente el sector aguacatero es todo un clúster, no tienen el título oficial pero funciona de la misma forma”, asegura Isabel Fuentes Salomón, directora general de la Camara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) en Uruapan. Y es que si nos atenemos a las definiciones clásicas un clúster es un conjunto de empresas e instituciones relacionadas entre sí, pertenecientes a un mismo sector o segmento de mercado, que se encuentran próximas geográficamente y que colaboran para ser más competitivas.

Periodista, corresponsal y editor especializado en América Latina. Ha colaborado con más de 40 medios en 25 países. Es maestro en Estudios Internacionales y se ha desempeñado como consultor de comunicación política para ONGs, gobiernos y partidos políticos. Obtuvo el premio de periodismo Rostros de la Discriminación, 2023.